Las relaciones están focalizándose cada vez más en las redes sociales. A día de hoy es muy importante tener una cierta influencia en la lista de amigos o seguidores de nuestras redes sociales. Y muchos criticamos o censuramos cómo se depende cada vez más de que nos «sigan» y de tener presencia en las mismas, contando absolutamente todo lo que hacemos, o forzando a hacer cosas llamativas que nos hagan obtener la reacción de nuestros «amigos». Ya sea a favor o en contra. Pero que REACCIONEN.

Pero lo cierto es que simplemente es un reflejo de lo que siempre ha ocurrido en la vida real, en la relaciones personales antes de la internauta.

Tendemos a ensalzar o juzgar a las personas que ya han conseguido un cierto éxito en su vida porque lo vemos como un ejemplo a seguir. Nos gustaría «ser» como ellos o «tener» lo que tienen. Queremos ser sus mejores amigos o peores enemigos.

Vegeta (DragonBall) siempre ha visto en Goku su máximo rival. Era la persona que le hizo sentirse inferior o menospreciado, ya que perdió contra éste en una batalla y, además, éste tuvo caridad hacia él perdonándole la vida y siendo amable y amistoso. Esto hizo que la rabia hacia Goku incrementara y se marcara ser su máximo rival y enemigo.

Sin embargo… ¿qué ocurre con las personas más cercanas que simplemente son «normales», que no tienen nada especial que contar?.

Antes de nada, reflexiona mentalmente:

1.- ¿De qué cosas te sientes orgulloso en tu vida? ¿Y de qué contactos o amigos te enorgulleces más por tener? ¿Y los que te dan coraje o más te molestan? ¿Por qué?

Ahora, respóndete:

2.- ¿Cuántos de esos contactos han conseguido un éxito o una meta que han alcanzado y que crees que les hacen ser más felices? ¿Y cuántos están luchando por hacer justicia en su vida?

Ya tienes tu conclusión.

Al final, lo que alabas o juzgas de otros es lo que crees tener en falta o poco valorado en ti y por los demás.

Vegeta tenía un claro objetivo en su vida: ser considerado el más prestigioso de su reino, que lo respeten y consideren como alguien «superior». Si algo le hacía sentirse inferior, reaccionaba.

Y ahí tenemos los puntos claves. El éxito y la lucha por lo moralmente justo nos hace reaccionar y sentirnos identificados con esas personas que lo consiguen o actúan. ¿Por qué?

El orgullo y prestigio son un reflejo que encubre el miedo. Una persona apoderada del orgullo y de lo prestigioso en su vida está ocultando una realidad interna que no acepta, una carencia y menosprecio. Es una protección creada por la resistencia de su miedo.

Tendemos a suplir con algo externo de lo que creemos que carecemos. Buscamos un reconocimiento encubierto que nos haga aliviarnos de nuestras carencias. Y qué mejor modo de obtener ese reconocimiento que conseguir sentirnos prestigiosos y orgullosos de nosotros mismos y de lo que nos rodea.

Tambien está la otra cara de la moneda: sentirnos jueces y enemigos de otros, «superiores» al poder juzgarlos en nuestro círculo, haciendonos sentir «diferente» por no seguir una tendencia. Ser diferentes al llevar la contraria de la mayoría. Porque nos hacen recordar inconscientemente nuestra incomprensión, lo que hace saltar nuestra rabia.

Cada vez que veía algún alago o éxito de Goku, Vegeta reaccionaba y saltaba su rabia hacia éste. En verdad está reestimulando su incomprensión interna de la niñez, donde intentaba buscar el reconocimiento y apoyo del que fue su «tutor», Freezer, y de todo su entorno, y que lo consideraran «principe». Pero el principal almacenamiento defectusoso que le hizo ser orgulloso y querer obtener todo el prestigio posible, fue cuando Bills ridiculizó a su padre delante de todo su pueblo, siendo él un niño. Esto le hizo sentirse menospreciado y humillado, sintiéndose inferior.

Cuando la persona siente un menosprecio oculto en sí mismo, y por ende una carencia, lo último que quiere es estar rodeado de personas que le considere «inferiores» o tengan un estado de ánimo «negativo» para su vida. En otras palabras, no se quiere que se nos recuerde cómo nos sentimos realmente, dado que estamos viviendo intentando enmascararlo con nuestro orgullo y prestigio (en nosotros o en lo que nos rodea, tanto aptitudes, valores como personas).

Es por esto que nos enorgullece formar parte del éxito de otros, estar dentro de su onda expansiva de lo que mi mente considera «éxito». Esto nos da un prestigio, un grado diferenciador con respecto a los demás, ya que de algún modo me siento una pequeña parte integrante de ese éxito. Y eso me alivia y me hace sentirme «alguien». Me hace sentirme más o mejor que otros.

Cabe destacar que si ese logro está fuera de mi círculo, y no estoy dentro de esa onda expansiva, ese éxito me producirá rechazo y necesitaré dejar palpable mi juicio, llevando la contraria para seguir sintiendome con  ese grado diferenciador con respecto a los demás. Ahora, si es un fracaso, me sentiré aliviado e incluso alegre de ese hecho, que me hace sentir «mejor» con respecto a la otra persona que «ha fracasado».

Lo que esto pone de manifiesto es que me siento inferior a los demás, y no quiero que me menosprecien (o superen) ni ser considerado un fracasado, porque en el fondo de mi incomprensión, me siento asi, un fracasado en mi vida, carente de apoyo y amor.

¿Es esto real? Para mi rencor sí. Pero la realidad es que eso ya no es mi vida. Unicamente lo es porque yo me encargo de recordármelo al necesitar de ese orgullo y prestigio en mi vida. Ser «alguien», aunque sea llevando la contraria.

Lo único que hago es intentar ser lo contrario a lo que me siento que soy. Estoy en una batalla interna que a lo único que me lleva es a no SER YO. Simplemente soy un efecto de mi incomprensión, de mi miedo.

Vegeta finalmente comprende que lo que ve en Goku es su propia incomprensión, lo que le hace rendirse en un primer lugar para desbloquear sus emociones y, posteriormente, poder aceptar su pasado y presente. Aceptarse a sí mismo para poder aceptar a los demás.

¿Como? ¡Eso no es cierto!

Si te indignas por leer esto, hemos dado en el clavo. Es tu caso.

Porque algo que sabes que «no es real» no te puede indignar, ¿verdad?

Miguel Ángel Díaz Saldaña