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El perdón y la culpa
- 3 octubre, 2017
- Posted by: CoachingPOP
- Category: Reflexiones de confrontación
El acto de perdonar y ser perdonado es algo que utilizamos frecuentemente en sociedad y que hemos integrado en las relaciones que tenemos con los demás. Lo percibimos como algo «bueno», «necesario»y «util», pero sobretodo, como algo que tenemos que hacer para ser «mejores» personas. Incluso se dice que cuando lo hacemos, actuamos desde el «corazón». Pero, ¿cuál es el sentimiento que está brotando en primer lugar de éste cuando lo hacemos?
Aunque, como decíamos, socialmente el acto de perdonar se percibe como algo positivo, como algo sano que tiene como base el respeto, puede que estemos pasando por alto de dónde está surgiendo para nosotros el concepto del perdón; ya que, aparte de los condicionantes culturales y familiares que hayamos ido adquiriendo con el paso del tiempo, sobretodo está estrechamente relacionado con el autoconcepto que tenemos de nosotros mismos.
Kenshin Himura, samurái al servicio del Emperador de Japón, no se perdona a sí mismo el haber arrebatado tantas vidas durante la era Tokugawa, aunque fuese por una «buena» causa. Trata de reparar el daño causado a otros luchando en primer lugar, contra sí mismo.
Y es que en función de cómo nos percibimos en primera persona y del trato que nos damos a nosotros mismos, será el trato que daremos a los demás y buscaremos que nos den lo que no nos damos.
Tendríamos que ver de qué forma estamos asociando el concepto de perdón con el sentimiento de culpa (ya sea culpabilidad en mí o con respecto a los demás), asociando a su vez esa culpa a una situación que no hemos llegado a comprender de esa fase de nuestra vida donde se origina el miedo: la infancia.
Kenshin, cuando era niño, se quedó huérfano al morir sus padres de una enfermedad y, posteriormente, solo nuevamente al haber sido asesinados todos sus conocidos. Esto le lleva a convertirse en un samurái que, a su vez, arrebata la vida a otras personas para construir un futuro «mejor». Pero en primer lugar, no se perdona a sí mismo pensando que no es merecedor del cariño de otros porque hay algo «malo» en él.
Cuando el acto de perdonar o ser perdonados está asociado al sentimiento de culpa, estamos comparando en primer lugar nuestro momento presente con un pasado que no hemos llegado a aceptar, y que ahora tratamos de «superar» posicionandonos en el polo contrario, realizando actos «correctos» de como «deben» ser las cosas y, de esta forma, tratar de alejarnos del sentimiento de culpa que tenemos en primer lugar con nosotros mismos.
Y es que si el concepto del perdón asociado como deciamos antes al «corazón» es en base a un sentimiento de culpa por una experiencia no comprendida, ese «corazón» estará impregnado de miedo. Miedo a ser yo en primer lugar y a que no se me perdone precisamente por haberlo sido.
Porque este es el gran miedo que se instaura en todos nosotros: miedo a Ser. Por eso, utilizar el perdón sin comprender de que forma nos está condicionando la culpa es utilizarlo en base a lo que mi miedo cree que deben ser las cosas, que no es otra cosa que Ser, Hacer o Tener todo aquello que me aleje de éste e irremediablemente, de mí mismo, lo que paradójicamente me llevará a potenciar el miedo. Porque no podemos eliminar el miedo, tan solo comprenderlo y aceptarlo y de esta forma integrarlo. Esto es aceptar que somos Seres Humanos.
El acto de perdonar o ser perdonados puede ser algo constructivo siempre que no haya necesidad de llevarlo a cabo, y esto implica que no haya identificación a la hora de realizarlos. Esto es, que no haya un culpable y una víctima.
En el momento que nos identificamos con el rol de víctimas o, por el contrario, como culpables de un acto censurable, entramos en la rueda de la comparativa. Comparativa que nos lleva irremediablemente a percibirnos como superiores o inferiores con respecto a la persona con la que hemos entrado en el juego de la identificación, sin ver que el hecho en sí tan solo es un reflejo de una experiencia que vivimos muchos años atrás, como decíamos, en la infancia. Una experiencia que no nos hemos llegado a perdonarnos en primer lugar a nosotros mismos.
Con esto no quiero decir que el perdón sea algo «malo» y que no tengamos que hacelo. Precisamente eso sería conceptualizarlo nuevamente, ahora con un concepto negativo en lugar de positivo. Pero hacerlo desde el concepto de que es lo «correcto» sin comprender de donde surje la culpabilidad es tan solo quedarse en la superficie de lo que está generando miedo en mí en primer lugar.
Cuando llega un periodo de relativa paz al país, Kenshin comienza a vivir una nueva vida con nuevos amigos. No obstante, un día, un enemigo de su pasado comienza a actuar en la sombra y a generar tumultos y asesinatos por todo el país. Kenshin decide dejarlo todo atrás para detener a su enemigo al comprender que no podrá perdonarse hasta que no mire su pasado de frente.
Se trata de librarse de todo concepto previo y observar en primer lugar si lo necesitamos y sobretodo, de dónde procede el concepto que tengo. De si el hecho de que me perdonen o no o de ser yo el que me vea en la potestad de concederlo hace que me desestabilice emocionalmente, sea hacia un polo de superioridad o de inferioridad.
Llegada la comprensión y aceptación de todos los condicionantes que han hecho que surja la comparativa y la ofensa, surje el auténtico perdón, aquel que sabe que no hay nada que perdonar, ni a nosotros mismos ni a los demás, aquel que por encima de todo acepta. Es entonces cuando podremos decidir ya sin el sentimiento de culpabilidad en nosotros y sin ningún tipo de duda la acción a realizar en nuestra vida. Por ejemplo:
-Aceptando que tenemos una visión diferente de la realidad con respecto a la del entorno implicado y que es mejor no compartir ciertos aspectos.
-Verbalizando el acto del perdón ya sin tener el objetivo de que se nos comprenda, sea positiva o negativamente, ni que en este acto entre en juego nuestro estado emocional. Tan solo lo realizaríamos por un sano respeto por uno mismo y por los demás, fuera de todo concepto de culpa propia o externa.
-Etc…
Realmente no hay una hoja de ruta a seguir ni patrones fijos, dependerá del tipo de situación y de lo que implique para nosotros.
Aceptar no implica acatar. Podemos aceptar el momento de cada persona dejando fluir la acción que brota de forma natural en nosotros (sin identificación ni menosprecio hacia nosotros ni hacia los demás), y esto hará, sin que lo busquemos, que la incomprensión y el miedo de otros no coarte precisamente nuestra libertad de acción ni desequilibre nuestro estado de tranquilidad y compresión.
Pero aceptar sí implica saber que no hay ofensa al entender que la incomprensión, el miedo que ha hecho que veamos como algo censurable (o perdonable) un acto propio o de los demás, es fruto de creer que ser quienes somos es algo «malo» y que ahora, al manifestarse en una situación, en un pensamiento o en un sentimiento, precisamente nos da la oportunidad de comprenderlo, aceptarlo y actuar en consecuencia en el Presente.
Las cicatrices físicas y emocionales de Kenshin comienzan a desaparecer al comprender que la culpa que arrastraba desde niño fue lo que le llevó a querer luchar para cambiar el mundo por miedo a que otros sufriesen como él, incrementando el suyo propio.
El auténtico perdón no procede ni del corazón ni de las creencias de la mente. El «juego» del perdón es un concepto de la mente y por lo tanto irreal e inexistente. Está creado por las emociones descompensadas por el miedo a ser culpables de Ser. Si crees que debes tener y aplicar el perdón en tu vida tan solo estás alejándote de ti mismo.
Daniel Piñero Salido
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